Los sueños de Alberto empiezan a hacerse realidad. A partir de ese momento su carrera como cantante y director de orquesta es vertiginosa, es en el Embassy precisamente que fue contactado por el empresario artístico Angel Castesana, representante entonces del famoso tenor Tito Schipa, quien le propone un contrato para viajar con orquesta y todo para inaugurar la Boite Pasapoga de Caracas, durante los carnavales de 1955.

Venezuela vivía una época de opulencia, en consecuencia era un excelente mercado para los espectáculos. Comparte escenarios en esa oportunidad con la gran Josephine Baker (E.E U.U), Imperio Argentina (España) Bola de Nieve (Cuba), Tito Guizar (México), Benny Moré (Cuba), Tito Rodríguez y su Orquesta (Puerto Rico), Ñico Saquito y sus guaracheros de Oriente (Cuba) y la famosa Orquesta de Machito (Cubano residente en E.E U.U). Con su orquesta acompaña también, en esa oportunidad al propio Orlando Guerra «Cascarita» (Cuba), al tenor Alfredo Sadel (Venezuela), y a Alberto Beltrán «El Negrito del Batey» (República Dominicana).
«Alberto Cortez y su Orquesta» triunfa en Venezuela. Fue contratado por una semana y se queda un año, recibe un sin número de ofertas y durante ese año inaugura el Canal 4 de Televisión y realiza presentaciones en diferentes ciudades, decide llevar a su familia, pero su vida artística parecía incompatible con la vida matrimonial, por lo que hay conflictos en la pareja y la esposa regresa a Lima con los hijos, mientras nuestro personaje sigue cosechando éxitos.

Durante la gira en Venezuela coincide en Maracaibo con Benny Moré «El Bárbaro del Ritmo», quien lo busca porque había olvidado en La Habana sus partituras y sabía que el «peruano» interpretaba algunos temas de su repertorio. Cuenta Alberto que fue un hermoso encuentro, en el que el «Benny», con la generosidad que le caracterizaba, se mostró gratamente sorprendido de que un peruano cantara sus canciones en la forma que lo hacía y entusiasmado lo invita a Cuba.